UNA CRUZ DEMASIADO PESADA
SOBRE LOS HOMBROS
Cuando Pilato entregó a Jesús para que lo llevasen lejos de su presencia, los soldados se hicieron cargo de Él, tejieron una corona con espino y se la colocaron sobre su cabeza, lo azotaron y luego le cargaron sobre su espalda una pesada y tosca cruz de madera. A gritos y empujones le ordenaron dirigirse a un cerro que estaba en las afueras de Jerusalén donde sería crucificado.
Pero antes de llegar hasta la colina, Jesús tuvo que atravesar las calles de la ciudad entre gritos y burlas de los que se alegraban de su sufrimiento y el silencio de los que no se atrevían a decir nada por temor a ser castigados y callaban y lloraban.