UN ENCUENTRO DOLOROSO CON SU MADRE
El cortejo atravesaba las calles de Jerusalén y Jesús seguía con dificultad arrastrando su cruz a cuestas cayéndose y levantándose una y otra vez. Le dolía la cruz sobre sus espaldas pero más le dolía ser objeto de las burlas y de las risas burlonas del gentío que caminaba cerca suyo. De repente, levantó sus ojos y entre toda esa multitud hostil descubrió la mirada amorosa de su madre. Fueron sólo unos segundos en que sus miradas se cruzaron sin palabras, pero, al menos Jesús, sintió que no estaba tan solo: su madre lo seguía, valiente, de muy cerca.
El corazón de la madre se encogió de dolor ante la vista de su hijo humillado por una multitud cruel y despiadada, pero al mismo tiempo le dio fuerzas para seguirlo de más cerca. Las mamás son así: sacan fuerzas y valentía si ven a un hijo enfermo, o en dificultades, con mayor razón María que llevaba al Espíritu Santo en su corazón.
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